La URSS lanza el “Sputnik I” el 4 de Octubre del 1957
El 4 de octubre de 1957 fue lanzado desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán –por entonces, una república de la Unión Soviética o URSS–, el Sputnik 1, el primer satélite artificial. Se trataba de una esfera brillante de aluminio, de 58 cm de diámetro, provista de cuatro finas antenas de 2,4 a 2,9 metros de longitud. Su órbita alrededor de la Tierra distaba de la superficie de modo variable, con un apogeo de 950 kilómetros, que fue disminuyendo hasta 600, y un perigeo de unos 200.
Tenía una masa de 84 kilos, y en su interior, presurizado con nitrógeno, llevaba instrumentos para medir la temperatura en la capa externa de la atmósfera, donde los gases ya se encuentran muy enrarecidos. También portaba dos transmisores de radio, que durante tres semanas –hasta que se agotaron las baterías– estuvieron emitiendo una señal en longitud de onda de 15 y 7,5 metros, que muchos aficionados de todo el mundo se afanaban por detectar. Fue un acontecimiento inesperado, y sin duda histórico: con el Sputnik nació la era espacial.
Sobresalto en EE. UU.
Al día siguiente, el New York Times abría a toda página con la noticia, donde destacaba que la sonda sobrevolaba Estados Unidos quince veces cada 24 horas. Aquel suceso, en plena guerra fría, conmocionó a la opinión pública, que sintió herido su orgullo nacional. Al margen de las repercusiones políticas y sociológicas, el Sputnik hizo que el país norteamericano reflexionara sobre su propia capacidad tecnológica.
Así, se impulsó la enseñanza y la comunicación de la ciencia, y se puso en marcha una carrera espacial, de competitividad investigadora y técnica, entre las dos superpotencias del momento. El fenómeno duró poco más de un decenio y tuvo otros dos hitos destacados: la puesta en órbita de un ser humano, el soviético Yuri Gagarin, en 1961, y la llegada de Estados Unidos a la Luna, en 1969.
Un gran empujón
En gran medida, la clave para la puesta en órbita del Sputnik estaba en disponer de un cohete propulsor adecuado. En este sentido, el ingeniero Serguéi Koroliov jugaría un papel determinante. A pesar de que los gobernantes soviéticos se inclinaban por potenciar el desarrollo de los misiles militares, Koroliov convenció al dirigente de la URSS, Nikita Jrushchov, para que autorizase el proyecto del Sputnik, pues estaba convencido de que tendría gran repercusión internacional.
El cohete, una versión modificada del misil balístico intercontinental R-7 Semyorka, contaba con un módulo central de 26 metros de longitud y una masa de 7,5 toneladas. También estuvo en órbita, y podía verse a simple vista desde la Tierra. El Sputnik completó 1.440 vueltas alrededor de nuestro planeta antes de desintegrarse, el 4 de enero de 1958. Desde entonces, se han lanzado miles de objetos al espacio, muchos de los cuales se han convertido en chatarra. Hoy se estima que hay más de tres mil satélites en funcionamiento en distintas órbitas.
Fuente: Muy Interesante