El primero vuelo que hizo historia en la aviación

El 23 de octubre de 1906, Alberto Santos Dumont consiguió realizar en París un vuelo autónomo de siete segundos a bordo de su aeroplano 14 bis. Los 60 metros recorridos a una altura de entre dos y tres metros suponían culminar con éxito una aventura que había comenzado el verano del año anterior y que cambiaría la historia de la aviación.

Gracias a su ingenio consiguió lo que ningún otro hasta la fecha, despegar con la potencia de su motor sin ningún tipo de ayuda, volar controlando en todo momento la dirección y altura de la aeronave y aterrizar de una forma segura. Aquella gesta significaría el inicio de la aeronáutica moderna.

La capital francesa de comienzos del siglo XX se había convertido en el epicentro tecnológico de la época a raíz de las dos exposiciones universales celebradas en 1889 y 1900. El 8 de junio de 1905, el brasileño Santos Dumont, inventor y piloto de globos y dirigibles, es testigo del vuelo que Gabriel Voisin hace sobre un aparato que planea sobre el Sena con la ayuda de una lancha motora para despegar. Con su máquina, muy parecida a lo que hoy en día sería un hidroavión, el ingeniero francés se eleva 15 metros y recorre una distancia de 150.

Dumont, nacido en el estado de Minas Gerais en 1873 y afincado en París, era ya por aquel entonces muy popular por haber ganado el reputado Premio Deutsch tras realizar un vuelo controlado de 11 kilómetros con un dirigible desde Saint-Cloud a la Torre Eiffel y regreso. Sin embargo, aquel día, mientras observa el vuelo de Voisin sobre el Sena, globos y dirigibles desaparecen de su mente. El nuevo artefacto volador dispara su imaginación e inquietud y le hace reparar en algo evidente: el futuro desarrollo de la aviación está inevitablemente relacionado con el aeroplano.

Pero ni Voisin ni Dumont eran los primeros en apostar por un artefacto con alas. En Alemania, el ingeniero Otto Lilienthal ya había realizado más de un millar de planeos desde 1891, hasta estrellarse mortalmente en 1896.

Justo en las antípodas, en 1884, el ingeniero e inventor británico, Lawrence Hargrave, había experimentado en Australia con cometas en forma de caja con superficies curvas (células de Hargrave). Fue él quien estableció que una superficie curva tiene mayor sustentación que una plana. Hargrave se elevó con ellas hasta cinco metros y su influencia en las siguientes generaciones le ha otorgado la condición de verdadero padre de la aeronáutica.

También los hermanos Wright habían volado tres años antes que Voisin. El 17 de diciembre de 1903, su avión Flyer recorrió 50 metros sobre las dunas de la playa de Kitty Hawk en Carolina del Norte (EEUU), aunque los Wright necesitaron una catapulta para el empuje inicial y colocar el avión sobre un raíl en los primeros metros del despegue. Dos elementos externos que, sin duda, siguen generando discursión entre historiadores y estudiosos en la materia.

Además, los vuelos de los Wright, al contrario que los de sus competidores en el resto del mundo, no se convertían en eventos multitudinarios. Se realizaban ante un reducido número de asistentes y, quizás por eso, el reciente organismo regulador aeronáutico francés, el Aero Club, no contabilizaba ni reconocía los logros obtenidos por los norteamericanos al otro lado del océano.

Santos Dumont, hijo de un ingeniero que alternaba su profesión con la explotación de minas de oro y el cultivo del café, comenzó a interesarse ya de niño por las máquinas que su padre utilizaba en la plantación. Cuando un grave accidente deja parapléjico al padre, la familia viaja a Francia en busca de tratamiento. Allí, el joven Alberto, descubre su pasión por la mecánica al visitar una feria. Su padre decide entonces donarle en vida parte de su fortuna para que pueda centrarse en su formación.

Con 19 años y libre de preocupaciones económicas, Santos Dumont inicia en París sus estudios de Mecánica, Electricidad, Física y Química, y no tarda en sentirse atraído por los vuelos en globo. Con tan sólo 25 años, comienza una larga y fructífera producción de artefactos voladores. Con su primer globo, el Brazil, de seis metros de diámetro, realiza una treintena de vuelos y adquiere la experiencia necesaria para darse cuenta de que, sin la capacidad de controlar la dirección del vuelo, el globo no tendría mayor evolución.

Ese mismo año bate el récord de altitud con su segundo y último globo, L’Amerique, y construye su primer dirigible, el Nº1. Con un pequeño motor modificado de 3,5 caballos, una hélice y un timón, la aeronave con forma de salchicha se convierte en el primero de los 17 dirigibles que llegó a crear.

Con el Nº 6, alcanza el que sería su mayor reconocimiento hasta la fecha, al rodear la Torre Eiffel en un trayecto que requiere el control absoluto de la dirección de la aeronave. Sin duda, un enorme avance para la época.

Pero, tras presenciar el vuelo de Voisin, Santos Dumont centra todos sus esfuerzos en construir su avión, tarea en la que emplea sólo un par de meses. Utiliza los diseños de Hargrave para las alas. El aeroplano tenía forma de T y, al contrario de los aviones actuales, Dumont coloca el timón de profundidad en la parte delantera y, el motor, en la parte trasera del fuselaje.

La estructura de bambú y madera con juntas de aluminio estaba forrada con seda japonesa, de gran ligereza y resistencia. La aeronave se completaba con dos ruedas de bicicleta a modo de tren de aterrizaje y un cesto de mimbre desde el que poder pilotar. En total, 290 kilogramos de peso.

El nuevo artefacto recibe el nombre de 14 bis debido a que, para realizar las primeras pruebas de estabilidad y dirección, el brasileño cuelga el avión de su dirigible Nº14. Tras estos primeros test, Santos Dumont cuelga el 14 bis de un cable atado entre dos mástiles para comprobar que las cajas de Hargrave proporcionan la estabilidad necesaria. Se trata del primer simulador de vuelo de la historia.

Alentado por el resultado, el inventor vuelve a amarrar el aparato al dirigible Nº14, esta vez con el fin de probar la dirección y el motor, utilizando la capacidad de vuelo del propio dirigible. Por último, para completar las pruebas, volvió a colgar el avión de un cable y esta vez utilizó una mula para impulsarlo.

Cuando, en agosto de 1906, realiza su primera prueba de vuelo autónoma, comprueba que el motor de 24 caballos no tiene suficiente potencia. Uno de los principales problemas a los que se enfrentaban los aviadores de la época era precisamente el propulsor. Los Wright construyeron el suyo para el Flyer con 12 caballos insuficientes para el despegue.

Santos Dumont conocía los motores disponibles en aquel momento y se decidió por el Antoinette V-8 de Léon Levavasseur, utilizado habitualmente en lanchas rápidas. Los 24 caballos del motor tampoco le ofrecen la potencia necesaria para despegar y Levavasseur modifica uno para obtener el doble de potencia a 1.500 revoluciones por minuto. Tras colocar el nuevo motor de 50 caballos y reducir 40 kilos el peso en la parte posterior del avión, el 14 bis estaba preparado.

El 23 de octubre de aquel año, junto al río Sena, en el parque de Bagatelle de París y, en presencia de un consejo técnico y el Aero Club de Francia, Santos Dumont consiguió despegar ayudado tan sólo por la propulsión de su motor Antoinette. Gracias a las células de Hargrave, sus alas levantaron la aeronave y mantuvieron la estabilidad necesaria durante su corto vuelo.

El 12 de noviembre del mismo año, el 14 bis reapareció en el mismo lugar con una importante novedad: con el objetivo de aportar mayor estabilidad se le habían añadido unos alerones en forma de octógono. Santos Dumont mejoró su pilotaje y el rendimiento del aparato logrando volar durante 21 segundos a seis metros de altura y recorriendo 220 metros a una velocidad de 41 kilómetros por hora.

Con estos experimentos y avances, Alberto Santos Dumont, consiguió establecer las bases técnicas que marcarían el rumbo del desarrollo de la aviación y a las siguientes generaciones de aeronautas.

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